lunes, 28 de marzo de 2011

Discurso de grado

Quiero empezar por felicitar a todos los compañeros que se gradúan: los estudiantes de Ingeniería, Ciencias Biomédicas, Administración y Derecho. ¡Felicitaciones por este gran logro! Y muy especiales felicitaciones a cada una de sus familias. Creo que es apenas justo hacer este reconocimiento al esfuerzo de nuestros padres. En mi caso, debo decir que tuve la fortuna de crecer en una familia variopinta y más extensa de lo normal: papá, mamá, “papastro” y una hermana de los que heredé gran parte de lo que soy; que me motivaron, estimulando mi curiosidad y creatividad. También tuve madrastra, cuatro abuelos, una bisabuela, tíos y hermanos medios. Y aunque de distintas maneras, todos ellos han sido y son mi más importante inspiración a lo largo de mi vida. Estoy seguro de que hoy, hay aquí reunidas muchas familias inspiradoras, como la mía. A ellas, el mayor de los reconocimientos por ayudarnos a conquistar nuestros logros.

A pesar de no haber cursado ninguna de las carreras de los que hoy se gradúan en esta ceremonia, se que estamos más vinculados de lo que se podría pensar. Con seguridad, he estado en alguna clase, un CBU, una electiva o un seminario con algunos de ustedes; incluso, hasta nos hicimos amigos. Y es que la Universidad es mucho más que la carrera que cada quien decide estudiar. La Universidad es su gente y su diversidad de ideas; y los Andes, particularmente, nos ofrece grandes posibilidades para disfrutar de esas ideas, de esa diversidad. En Los Andes no hay semanas “comunes y corrientes”. Durante la pasada, por ejemplo, hubo un foro acerca del constitucionalismo, un magnífico concierto, dos seminarios de economía, un seminario de ecuaciones parabólicas no lineales, círculos de cine, manga y hasta de la Biblia.

Creo a ciegas que tuvimos la mejor educación posible. Comparable incluso con la que se imparte en las universidades más reputadas internacionalmente. Prueba de esto es que año tras año, nuestros graduados salen a recibir honores en sus doctorados y maestrías en Harvard, MIT y otras famosas universidades. O reciben reconocimientos en los diferentes programas de intercambio. Año tras año, recibimos profesores visitantes y conferencistas de talla mundial. Por poner algunos ejemplos: John Von Neuman, padre del computador, fue miembro del consejo directivo y visitó Los Andes en varias ocasiones. Abdes Salam, Friedrich von Hayek y Jacques Cousteau, hicieron parte de los distinguidos visitantes en los orígenes de la Universidad. Hace poco, el premio Nobel de economía James Heckman estuvo de visita dando una serie de conferencias. Dos años atrás, el influyente pensador Duncan Kennedy recibió un doctorado Honoris Causa por la Facultad de Derecho. La semana pasada Ingeniería Biomédica logró un importante reconocimiento internacional. Y así podría seguir durante un largo rato...

Por esta educación de primera calidad agradezco en nombre de todos a la Universidad de Los Andes, sus facultades y profesores. Quiero agradecer muy especialmente a la Facultad de Economía, mi facultad: un lugar vibrante, por sus profesores, alumnos y su maravilloso Centro de Investigación.

Por supuesto, la Universidad no es perfecta. Tiene falencias que nosotros como ex alumnos entendemos mejor que nadie. Es por eso que su continuidad y mejoramiento depende crucialmente de nuestro aporte. Como bien dijo Mauricio Obregón, ex-rector de Los Andes y uno de sus fundadores: “La Universidad necesita renovarse continuamente. Los ex-alumnos son los llamados a encabezar esta revolución pacífica; y la Universidad no sólo debe aceptar las críticas, sino que debe exigirles que la critiquen”.

Quiero compartir brevemente una reflexión acerca del papel que juega la libertad económica como motor del desarrollo.

Mi bisabuelo nació en 1886, en un pueblo antioqueño perdido en las montañas. Solo y a puro sudor y trabajo, montó una pequeña talabartería que crecería hasta volverse una de las más grandes empresas de cuero del país. Todo sin la ayuda ni la interferencia del Estado. La historia del desarrollo es el proceso acumulativo de millones de pequeñas historias de éxito y fracaso como la de mi bisabuelo y otros emprendedores, cuyo mayor activo era la libertad para seguir su criterio y transformar sus ideas en creaciones. Historias silenciosas de personas persiguiendo objetivos diversos, desenvolviéndose en la ocupación que mejor remunera sus talentos, sudando, saliendo adelante, saboreando los frutos de su trabajo y pagando las consecuencias de sus errores. Historias que serían imposibles en sociedades restrictivas, donde es la acción del gobierno y no la elección de los individuos, la que determina ganadores y perdedores.

Hoy el concepto de libertad económica está por fuera del discurso “políticamente correcto” que podemos escuchar en los medios, las opiniones de columnistas y las discusiones de los profesionales. Nuestros políticos y gurús, prefieren no hablar de la libertad como pieza clave para el desarrollo, pues los descalifica y les resta importancia. En un mundo dominado por el ruido mediático, por mesías de toda índole e historias escandalosas, creo que vale la pena rescatar el papel silencioso de la libertad económica.

El discurso moderno afirma que todo ha venido empeorando como consecuencia del capitalismo y vive añorando un pasado mejor. Constantemente se relaciona la libertad de empresa con ambición, imperialismo, derecha, grandes corporaciones y monopolios que explotan a los trabajadores. Pero la realidad es que, sin importar la dimensión que consideremos, el mundo es hoy un mejor lugar para vivir gracias a varios siglos de libertad. También es un hecho que si esas grandes corporaciones y monopolios sobreviven, es gracias a la protección especial de los gobiernos; que- contrario al pesimismo Marxista-, la expansión de la libertad económica ha mejorado las condiciones materiales de los trabajadores en todo el mundo; y que no hay nada más en contravía de los ideales de libertad que los extremismos y totalitarismos.

Paradójicamente, existe hoy en día una gran conciencia en torno a las libertades civiles: casi todos apoyamos la libertad de prensa, de discurso, de religión, de sexualidad y de personalidad; y este es, sin duda, un paso importantísimo. Como lo propuso Milton Friedman, en su libro “Capitalismo y Libertad”, la paradoja yace en que es difícil imaginar un mundo donde las personas puedan gozar a plenitud de sus libertades civiles si se les restringe su libertad económica.

Quiero rescatar esos ideales de libertad económica, no sólo como claves para el desarrollo sino también como condición necesaria para garantizar las libertades civiles en las que tanto creemos.

La historia nos ofrece ejemplos que demuestran una y otra vez la importancia de la libertad, civil y económica, como motor del desarrollo en los últimos 300 años:

Inglaterra, jamás habría alcanzado su condición sin la libertad que vivió durante el siglo XIX;

Estados Unidos no sería la potencia que es sin las libertades que se vivieron hasta antes de la Primera Guerra Mundial;

Japón sería otro cuento sin el despegue que vivió durante su época más libre en 1830;
Corea del Sur sería más parecida a la del Norte si no hubiese introducido una organización donde sus ciudadanos gozaban de libertad económica;

Y una comparación similar nos ofrece las historias divergentes de Alemania del Este y del Oeste antes de la caída del muro de Berlín.

Basta pasar un tiempo en la vibrante Hong Kong para entender los beneficios que genera la libertad hoy en día: durante décadas, miles de emigrantes chinos atravesaron las fronteras, alejándose de la promesas comunistas de bienestar y atraídos por las expectativas de crecimiento que plantea un territorio completamente libre.

Hoy en día el papel del estado no se limita a complementar al mercado en donde presenta fallas evidentes. Por el contrario, tenemos gobiernos que se parecen cada vez más al gran hermano, y lo hacen bajo nuestra complacencia. Frases como “El estado debería cambiar la cultura”, “debería desarrollar esta industria pero restringir otras”, “debería prohibir lo uno y fomentar lo otro”, “debería crear ciertos empleos y restringir otros”, abundan en el discurso nacional y en las campañas políticas. A pesar de las buenas intenciones, las políticas resultantes terminan siendo inadecuadas o contraproducentes, ya que atentan contra las libertades individuales que impulsan el mismo desarrollo. Miramos esperanzados lo que el gobierno puede llegar a hacer por nosotros, pero rara vez consideramos el costo, que es silenciosamente pagado por todos.

Y es ahí, en ese debate acerca de qué políticas públicas pueden mejorar el desarrollo, donde la academia está llamada a ocupar una silla vacía. La academia debe contribuir a este debate, ofreciendo una visión políticamente incorrecta. Una visión libre de dogmas, de política, y de retórica, pero llena de compromiso con la verdad.

Quiero cerrar con un mensaje para quienes nos graduamos. Siempre se habla aquí del compromiso que tenemos con la sociedad, pero hoy quiero hacer énfasis en el compromiso que tenemos con nosotros mismos: somos libres y debemos apreciar y ejercer esa libertad para alcanzar nuestros sueños, por impopulares o distintos que sean. Como lo dijo el ingeniero naval e industrial americano Ben Moreell: “libertad para elegir de forma equivocada o acertada; libertad para elegir lo correcto o incorrecto; libertad para disfrutar las recompensas de las buenas elecciones y sufrir las consecuencias de las malas”.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Where does the Laffer curve blend?

Interesting article.

From all the answers this is the one I find closer to my view:

Martin Feldstein, George F. Baker Professor of Economics, Harvard University, former chairman, Council of Economic Advisors:

"Why look for the rate that maximizes revenue? As the tax rate rises, the "deadweight loss" (real loss to the economy rises) so as the rate gets close to maximizing revenue the loss to the economy exceeds the gain in revenue.... I dislike budget deficits as much as anyone else. But would I really want to give up say $1 billion of GDP in order to reduce the deficit by $100 million? No. National income is a goal in itself. That is what drives consumption and our standard of living."

martes, 27 de julio de 2010

domingo, 30 de mayo de 2010

Acerca de Mockus

Me gustaba de Mockus su autenticidad. Creí que podía promover reformas políticamente costosas como cuando hablaba de legalización antes de ser candidato , me gustaba un presidente agnóstico (o ateo)que nos separara de la intromisión de la iglesia en la mayoria de asuntos del estado, me gustaba un presidente que removiera los parafiscales, cortara el gasto público, terminara el asistencialismo. Me gustaba que Mockus podría haber hecho las reformas más liberales de la economía sin que salieran a decir que es un "neoliberal amigo de los gringos". Me gustaba el antipolítico.

Todo lo que me gustaba de Mockus desapareció gradualmente, no era antipolítica realmente. De Mockus sólo quedo un programa poco auténtico y su totalitaria y arrogante ingenieria de valores, donden se pone en la falta de cultura y educación del OTRO la raíz de todos los problemas nacionales y el gobierno se vuelve el director del cambio cultural, metiéndole la mano hasta lo más privado e intimo de las personas: lo que sentimos, lo que pensamos, lo que nos gusta y no nos gusta, las telenovelas que vemos.

viernes, 9 de abril de 2010

Hoy 9 de abril

El destino providencial del hombre

Yo no creo en el destino mesiánico o providencial de los hombres. No creo que por grandes que sean las cualidades individuales, haya nadie capaz de lograr que sus pasiones, sus pensamientos o sus determinaciones sean la pasión, la determinación y el pensamiento del alma colectiva. No creo que exista ni en el pretérito ni en el presente un hombre capaz de actuar sobre las masas como el cincel del artista que confiere caracteres de perennidad a la materia inerte. El dirigente de los grandes movimientos populares es aquel que posee una sensibilidad, una capacidad plástica para captar y resumir en un momento dado el impulso que labora en el agitado subfondo del alma colectiva; aquel que se convierte en antena hasta donde ascienden a buscar expresión, para luego volver metodizadas al seno de donde han salido, las demandas de lo moral, de lo justo, de lo bello, en el legítimo empeño humano de avanzar hacia mejores destinos.

Gaitán,

lunes, 22 de febrero de 2010

Recen por mí si quieren, pero por favor NUNCA ME LO DIGAN!

Recomiendo a todos el libro “The God Delusion” de Richard Dawkins, uno de los más reconocidos ateos de la actualidad. En el libro, Dawkins hace una invitación a tratar la hipótesis de Dios como tratamos cualquier otra hipótesis científica, pues Dios es en esencia una hipótesis acerca de la naturaleza del universo. Por ejemplo, un universo con un creador es diferente a un universo sin creador. La existencia de un Dios que oye oraciones y las atiende, hace milagros y repudia nuestras vidas sexuales es una propiedad del universo que, como la ley de la gravedad o la teoría de la relatividad, debería estar sujeta al escrutinio del método científico.
Lo cierto es que podemos poner a Dios a prueba paso a paso. Por ejemplo ¿qué podemos decir de la hipótesis cristiana (y de otras religiones) que afirma que Dios atiende a nuestras oraciones?

Esta hipótesis puede ser verificada empíricamente pues implica un cambio medible en las personas o cosas por las que se ha rezado. Podríamos conducir un experimento controlado orando por un grupo de tratamiento y dejando sin oraciones a un grupo de control seleccionados aleatroiamente para luego comparar los resultados. Ex ante, no sabemos cuál será el resultado, pero ¿se atrevería la iglesia a hacer el experimento y respaldar sus resultados sabiendo que, de obtener efectos positivos en el grupo de tratamiento, podrían presentar evidencia de que Dios atiende nuestras oraciones?

Como es de esperarse la iglesia ni se atreve ni se ha atrevido. La religión no es la mejor amiga de la evidencia y de la ciencia. Por fortuna para los curiosos y desgracia de la iglesia, alguien ya hizo un experimento similar. Demos gracias al señor que nuestra curiosidad podrá descansar tranquila y no tendremos que salir a experimentar nosotros mismos.

Como cuenta Dawkins en su libro, el físico Russell Stannard condujo un experimento casi de laboratorio financiado por la Templeton Foundation para evaluar la hipótesis de la interferencia divina. En el experimento se observaron 1802 pacientes que habían recibido recientemente cirugías de corazón y fueron asignados aleatoriamente a tres grupos: En el grupo A (tratamiento), se asignaron pacientes cuyos nombres fueron dados a congregaciones religiosas para que rezaran por su salud. Los pacientes de este grupo NO sabían que estaban rezando por ellos. En el grupo B (control), se asignaron pacientes cuyos nombres no fueron dados a congregaciones, y por lo tanto, no hubo oraciones externas por su bienestar. Estos pacientes no sabían si alguien estaba o no estaba rezando por ellos. En el grupo C (otro tratamiento), se asignaron pacientes cuyos nombres fueron dados a congregaciones religiosas para que rezaran por ellos, con la diferencia de que a estos pacientes se les informó que estaban rezando por ellos. El tiempo paso y los investigadores recolectaron estadísticas acerca de la recuperación de la cirugía en los 3 grupos.

Los resultados fueron increíbles: Rechazando la hipótesis de que Dios intercede ante nuestras oraciones, los investigadores encontraron que no había diferencias estadísticas significativas entre la tasa de recuperación o muerte de los pacientes en los grupos A y el grupo B. Por lo tanto, de nada sirve que recen por uno, por lo menos si uno no lo sabe. ¿Será que la clave para que Dios responda a nuestras oraciones radica entonces en que el beneficiario sepa que están rezando por él? Resulta que el experimento también mostró algo inimaginable: ¡los pacientes en el grupo C, aquellos por quienes rezaron y fueron informados de los esfuerzos de las congregaciones religiosas por salvarlos a punta de rezo, fueron quienes más se murieron!

Por eso, sea considerado, y si va a perder su tiempo rezando por mí, por favor NO ME LO DIGA!

*El estudio aparece referenciado en The God Delusion, página 87. Fue publicado en American Heart Journal, en abril del 2006.