lunes, 20 de abril de 2009

Por qué los carteles Colombianos no le vendieron coca a Osama Bin Laden?

El profesor de la Universidad de los Andes Daniel Mejía es probablemente la persona que más sabe de drogas en Colombia sin consumirlas ni producirlas. Hace un año, discutiendo con Daniel acerca de nuestra investigación de las drogas, le conté de una “propuesta” que alguna vez oí de una publicista experta en marcas para acabar con el narcotráfico: Envenenar cargamentos de coca y así empantanar la marca “Coca de Colombia”, tal vez más conocida y prestigiosa que Café de Colombia.

Por obvias razones la propuesta no puede ser buena para la sociedad. Con coca envenenada podrían haber muerto matemáticos grandiosos como Paul Erdos, músicos fenomenales como Ray Charles, escritores geniales como Stepehn King, uno que otro filosofo como Sigmund Freud, probablemente economistas también y hasta la hermosa Kate Moss. No sólo se matarían iconos, también miles de seres humanos cuyo único pecado fue seguir su instinto humano en busca de satisfacción y riesgo y sufrir muy mala suerte en el intento. Recordemos que lo óptimo no es un mundo libre de consumidores.

Lo que tiene de interesante la propuesta fue que alguna vez existió una conspiración internacional para implementarla. Como lo revela la historia en el link que me envío Daniel unos días después de la discusión, el hombre más buscado del mundo Osama Bin Laden planeo atentar contra los americanos comprando enormes cargamentos de cocaína a los narcotraficantes Colombianos para luego revenderlos envenenados en los EEUU. De acuerdo a la historia, Bin Laden llegó incluso a reunirse con los narcos colombianos para proponerles el trato. Para sorpresa del saudí, los colombianos rechazaron la oferta a última hora y el plan fracaso. ¿Por qué habría el narcotráfico colombiano de rechazar quizás la mayor venta de drogas de su historia? La respuesta la tenía la publicista: para proteger la marca Coca de Colombia.

En el negocio de la coca casi todo es perfecto: la hoja de coca crece fácil y es producida por un sin número de campesinos incentivados por las grandes ganancias, cuesta poco producirla y procesarla y tiene una clientela que la consumirá sin importar su precio. Es un mercado diseñado para funcionar con total eficiencia excepto por un pequeño detalle, una consecuencia no intensionada y adversa para los consumidores de su ilegalidad: los consumidores no observan realmente la calidad de la droga que están aspirando, ya que al tratarse de un bien ilegal, nadie la certifica ni se puede observar fácilmente, ni siquiera (dicen) probándola. No existen ni dispositivos ni métodos certeros para que un consumidor descubra rápidamente si está aspirando coca colombiana con una pureza del 100% o veneno de ratas con cemento y un 10% de coca. Este problema de información hace que la reputación o la marca (para los publicistas) sea un activo valiosísimo en el mercado de la distribución de droga. La información anecdótica de mafiosos matando a sus vendedores por diluir la pureza de sus productos y rebajarle su prestigio entre los consumidores abunda, les recomiendo la película que vi ayer American Gangster.

En un mercado cuyo único punto débil es la información asimétrica entre dealers y consumidores, una crisis de confianza generada por cargamentos de droga de tan mala calidad o, droga envenenada que mata gente, sería un golpe a la yugular. Ningún consumidor sabría con certeza si se trata de droga de la buena o de la mala, el precio de la coca caería y la calidad del producto que circula en las calles disminuiría generándose un círculo vicioso. Paradójicamente el plan de Osama no sólo hubiese matado a millones, sino que probablemente hubiese hecho más por acabar con el mercado de las drogas que todas las políticas antidrogas implementadas por EEUU.

Para desgracia de quienes satanizan al consumidor y lo creen un criminal, de Osama, y de los gobiernos ultraconservadores que buscan acabar con la droga sin importar el costo social y humano, pero para beneficio de millones de consumidores en todo el mundo, los narcotraficantes colombianos fueron lo suficientemente astutos como para decir NO.

3 comentarios:

  1. ..Es cuestión de marca. Envenenar la coca sería una gran estrategia si queremos perder el negocios de la coca y trasladarle "ese muerto" a otro país. Imaginen el titular "miles de muertos por coca colombiana envenenada". Los consumidores entrarían en pánico temporalmente y les exigirían a los dealers un registro de origen; quedaría vetada la coca colombiana, perderíamos el negocio porque destruiríamos la reputación de la coca colombiana y los dealers simplemente nos sustituirían como proveedores, la presión del mercado los obligaría a marcar la coca con una marca que certifique el origen.

    Creo que lo mejor es legalizar y hacer la mejor COCA del mundo, COCA COLOMBIANA Calidad certificada de exportación. Así conservamos el mercado e integramos la cadena productiva hasta llegar al consumidor final donde están los ingresos importantes, capturando todo el valor que se agrega en el proceso. Los raspachines pasarían a ser obreros de grandes fábricas, preservaríamos la selva, emplearíamos a los poquitos guerrilleros que aún le comen cuento a las FARC, ofreceríamos productos de gran calidad con todos lo controles para reducir el daño: coca light, coca 12 años, dispensadores de coca, coca masticable, chicles de coca, te de coca. Imagino los COCA STORES en la quinta avenida, divinos super glamurosos, los empaques muy ecológicos y el sello 100% Coca Colombiana, Calidad Certificada.

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  2. Pero el negocio para los capos de la droga colombianos del momento no fue tan bueno. Según este reportaje de Semana, la vida útil de los capos es extremadamente corta. Los tipos le hubieran podido hacer la venta más grande de la historia del narcotráfico a Bin Laden, ganar más plata que cualquiera, inclusive que Escobar o que 'El Chapo' Guzmán, recientemente añadido a los más ricos del mundo según la Forbes, y retirarse del negocio y vivir tranquilos en sus fincas. Rechazando la propuesta de Bin Laden protegieron el negocio a largo plazo, y dejaron que la cocaína colombiana mantuviera su nombre el día de hoy y que los capos de hoy se beneficien. Crearon una externalidad positiva, para los capos actuales, por pretender que iban a durar más siendo capos de lo que verdaderamente duran (o duraron). Por pensar que podían convertirse en capos en el largo plazo los pararon en el corto plazo, pero si hubieran sabido que los iban a parar en el corto plazo hubieran podido llegar al largo.

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